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En el barrio obrero de la vieja Marsella, Rosa es el alma y el corazón de su comunidad, enfermera y matriarca de una familia numerosa y unida. Conoce a Henri y se da cuenta de que nunca es demasiado tarde para cumplir sus propios sueños. El derrumbe de los edificios de la rue d’Aubagne en Marsella se produjo el 5 de noviembre de 2018 a las 9 de la mañana y provocó la muerte de ocho personas. Se trataba de dos edificios en ruinas en el centro de la ciudad. Esta tragedia abre la película; Robert Guédiguian se ha convertido en el director comprometido de nuestro tiempo. Al igual que su colega inglés, Kenneth Loach, Robert Guédiguian retrata el otro lado del espejo; en la escena francesa del bienestar, sus obras son, más que nunca, fundamentales; porque no son exactamente lo que llaman “feel-good”, aunque hay momentos en su obra que dan al espectador más alegría que las películas de moda. Sus obras maestras "La Ville Est Tranquille" " Les Neiges Du kilimandjaro" o la olvidada "Une Histoire De Fous" son historias entrañables que llegan directamente al corazón: generosas, descaradas, llenas de compasión. Rosa (la maravillosa Arianne Ascaride, compañera de vida de Guédiguian y protagonista de la mayoría de sus películas, tiene estas líneas que son la clave de la película: “Deberíamos tener dos vidas: una para cuidar de nosotros mismos y otra para cuidar de nuestros semejantes”. Como muchas de las películas del director, “¡Y la fiesta continúa!” es la crónica de una familia en Marsella; el ataque es una especie de remake político). Rosa, que ahora tiene sesenta años, hace un balance de su vida: una enfermera devota (la escena en la que consuela a su colega negro, desesperado porque no sostuvo la mano de su paciente cuando murió, es admirable), también es una activista, tiene tantas tareas en marcha a la vez que se vuelve imposible llevarlas a cabo; El desaliento se acerca y estalla durante la reunión de candidatos a la lista. Su hijo ha encontrado a la mujer de su vida y pretende tener muchos hijos; además, el padre de la futura esposa es también un militante que se enamora de Rosa; puede parecer melodramático sobre el papel, pero el tratamiento de Guédiguian evita el patetismo y la dramatización; el amor del joven, después de escapar de una posible vergüenza, le demuestra que la vida puede continuar, aunque no según sus planes. Su papá (el maravilloso Darroussin, el actor favorito de Guédiguian, con el que ha actuado a menudo junto a Ascaride), será la luz que aún brilla en la noche más oscura de Rosa. Juntos lucharán contra los “marchands de sommeil” (traficantes de sueños) que alquilan pisos no aptos para ser habitados, en la escena, alrededor del busto de Homero, donde las voces se multiplican hasta convertirse en una sola. La heroína finalmente se relaja hasta el punto de reconocer que lo personal es personal, además de político; eso a su vez la hace más entrañable y más efectiva; el clásico de Aznavour. “Emmenez moi” – a diferencia de la mayoría de sus colegas, Guédiguian utiliza el cancionero FRANCÉS – es una metáfora transparente: fuera de las duras realidades de la vida, la felicidad no está fuera de nuestro alcance.